jueves

El Primer Amor de Pablo

-¿Qué le pasa a Pablo? ¡Hace semanas que no lo veo!- le pregunto a Esteban ni bien abre la puerta.

-¿Hola no? Qué modales los tuyos…-contesta molesto.

-Ufa, esta bien, hola Esteban, ¿cómo te va? ¿Desayunaste bien hoy? ¿Estás bien de salud? ¿Sabes porqué tu amigo ya no da ni la hora?

Esteban me mira con resignación.

-Si te lo digo no me lo vas a creer.

Peligro. Esteban sabe que hay pocas cosas que no podría creer sobre Pablo y sus excentricidades. Un temor se apodera de mí, ¿será acaso que ya le tocó? Es tan joven, tan inexperto. Pongo una expresión trágica, Esteban asiente con la cabeza.

-Sí, es lo que estás pensando. Pablo está enamorado.

-¡¡¡¡¡Nooooooooo!!!!!

Era el peor de los problemas que Pablo podía darnos. Esteban me dio un vaso de leche para calmarme.

-No te pongas así, creo que estas exagerando, Pablo es un chico inteligente.

- ¡Qué importa si es inteligente o bruto! ¿No vale de nada todo lo que hablamos hasta ahora acaso? ¿o no entendés que perdimos a nuestro amigo gracias a una…? - Momento, ¿de quién se había enamorado Pablo?

- ¿Cómo pasó todo? – le pregunté.

Esteban se sentó frente a mí. Me hizo prometerle que no lo iba a interrumpir por más ganas que tuviera.

- Todo empezó el lunes de la semana pasada. Llegó una chica nueva al grado, la maestra la presenta, se llama Florencia. La sentó en uno de los pupitres de adelante. Pablo en cuanto la vio puso cara de tonto y no paraba de reírse. En el recreo me regaló su alfajor para que lo acompañe a hablarle. No sé, no parecía gran cosa, o sea, es una chica común y corriente, no tiene nada extraordinario…

Sospeché que Esteban ocultaba algo.

-¿Ah si? ¿Y como es? ¿De qué color tiene el pelo?

-Eeeh… el pelo así… como marrón clarito.

- Esteban... no me ocultes nada, mirá que cuanto mas sepa de esta chica mejor voy a ayudar a Pablo.

-¡Bueno! ¡Está bien! ¡Es linda! Ahí está, lo dije. Tiene ojos verdes y el pelo le brilla un montón. Además cuando se ríe se le hacen hoyitos en los cachetes. Y además… bueno… le regaló a Pablo una lapicera del Hombre Araña.

-Aha! ¡Sabía que me escondías lo mejor!

-Hay más…

-¿Qué?

-Que la chica se mudó hace poco, vive a unas seis cuadras de aquí y como no tiene amigos, invitó a Pablo a su casa y la mamá había hecho una torta que según lo que me contó él, estaba para chuparse los dedos.

- ¡Con razón está enamorado! La muy astuta le llegó por los ojos y el estómago. La perdición de cualquier hombre.

-No de cualquiera, a mi no me gusta –aclaró.

-¿Ah no? Y yo que pensaba que vos ibas a caer primero en las redes femeninas…

- Estás loca vos, tengo un Edipo muy fuerte, me gustan las mujeres mayores.

- La situación me parece grave, hace dos semanas que no lo veo, salvo de lejos en la escuela.

-Es que si no está en casa de Florencia, está en la plaza con Florencia. O si no, Florencia va su casa y le cayó re simpática a toda la familia, porque Florencia es muy simpática, es tan linda, tan inteligente… si escucho Florencia una vez más, mato a alguien. –Esteban estaba bastante alterado, la situación evidentemente se le escapaba de las manos.

-Ya estaba por ir a buscarte –me dijo – vos sos la única que lo puede salvar. Si sigue así nos quedamos sin amigo.

- ¿Y por qué yo sola? ¿Acaso vos no sos también su amigo?

- Si pero vos sos mujer, ¿qué mejor una para hacerle frente a otra? Además Pablo puede creer que quiero quedarme con ella. En el grado se peleó ya con dos compañeros por culpa de ella.

Esa tarde ideamos un plan para recuperar a Pablo de las garras del amor. No significa que estamos en contra de un sentimiento tan lindo, pero el amor es como el sol: hace mucho bien y no podemos vivir sin él, pero si nos pasamos nos insolamos. Así que decidimos ir a su casa al día siguiente, hablar con él e intentar volverlo a la cordura. Dudábamos de nuestro éxito, pero amigos son los amigos.

-¿Hola está Pablo?- pregunté

- Mica, Esteban ¿cómo están? ¡Tanto tiempo! Pablo no está, se fue a la casa de su amiguita Florencia, yo pensaba que ustedes también estaban invitados.

- No, señora, yo no me junto con gente que puede ser una mala influencia. – contesté.

- Pero si esa chiquita es encantadora, además su mamá es tan habilidosa, Pablito siempre me cuenta lo ricas que son sus tortas.

- Mi mamá me cuida muchísimo del exceso de postres, con eso de la diabetes infantil…- agregó Esteban maliciosamente.

La señora puso cara de preocupación.

- ¿Y a que hora vuelve Pablo?- le pregunto.

- Ya tendría que estar de vuelta, sabe perfectamente que no me gusta que esté tanto tiempo molestando en casas ajenas. Ya mismo voy a llamar a la casa de su amiga. Ustedes pueden esperarlo si quieren.- Y desapareció.

-Listo. La fase uno del plan esta completa –dije –Ya destruimos un poco la bella imagen de Florencia y su mamá.

-Ojalá sea tan fácil con Pablo. –señaló Esteban. Ambos sabíamos que no sería así.

No pasó ni media hora y Pablo estaba de regreso. Se sorprendió al vernos.

- ¡Chicos! ¡Tanto tiempo! ¿Cómo están? ¿Quieren chocolatada?

-No gracias. ¿Vos como estas? Hace mucho que no me vas a visitar.

-Perdón Mica, es que anduve ocupado. Es más tengo algo que contarte… -Los ojos le brillaban –Estoy enamorado.

-Ya lo sé. Por eso estamos aquí

-¿No es maravilloso?

-No, no lo es - afirmó Esteban.

- ¿Qué pasa? Ah, ya sé, estás celoso.

Intervengo. –No Pablo, Esteban no esta celoso, esta preocupado. Y yo también. Acaso te olvidaste de las veces que hablamos de lo peligroso que es el enamoramiento?

-¿Peligroso? Para nada, es lo más lindo del mundo. Me siento vivo…

-¿Ves? Ya te estás poniendo cursi –señalo.

- ¿Qué les pasa? Son unos envidiosos, yo…

-Si, ya se –lo interrumpo- vos estás en tu mejor momento, el sol brilla, los pajaritos cantan, la primavera te regala flores y el amor está en el aire.

-¿Qué me querés decir?

- Quiero decir, ¿ya sabe la susodicha que sentís todo eso gracias a ella?

Pablo se pone colorado. Típica reacción.

Esteban lo mira resignado. - No lo sabe, ¿cierto?

-No, todavía no. Es que es muy pronto para decirle lo que siento. Por ahora sólo soy un amigo para ella.

-Pablo, no quiero ser aguafiestas, pero te apostaría mi telescopio a que cuando vos le digas lo enamorado que estas, ella te va a dar unas palmaditas y te va a decir que te ve como un amigo. Eso si no se te ríe en la cara.

-No es cierto, Flor no es así, yo sé que no me dice nada porque es tímida.

Lo miramos preocupados. La había llamado Flor, lo siguiente sería decirle Florcita y escribir sus nombres dentro de un corazón. Me dolía ver a mi amigo enredarse sin remedio en un amor no correspondido.

Esteban y yo nos ocupamos toda la tarde tratando de convencerlo. Fue inútil. Estaba enamorado, había encontrado su musa, una ilusión, una droga que lo hundía en visiones con su amada. Esteban salió deprimido y yo furiosa.

-¿Es siempre el primer amor así?- me preguntó Esteban días después.

-¿Así cómo?

-Así, tan ciego e inexplicable. ¿Por qué uno no se enamora solo de las personas que van a correspondernos y ya esta, cero lío?

- Es una lotería, uno no elige de quien enamorarse, le pasa y ya. Si la otra persona siente lo mismo, bueno, ganaste. Y si no, vas a tener que errar como Pablo, soñando que algún día las cosas van a cambiar.

- No creo que tengamos edad para enamorarnos. No es sano complicarse la vida siendo niños, deberíamos disfrutar nuestra niñez, el amor es cosa de adultos.

- No estoy de acuerdo, creo que el amor es lindo y simple. Pasa que uno lo complica con pavadas aprendidas en novelas. Pablo se complicó.

- Y ahora lo único que podemos hacer es esperar – suspira.

-¿Esperar que? –pregunto.

- A que le rompan el corazón.

Pasaron dos semanas, tres, un mes. Pablo no aparecía. Comenzamos a creer que finalmente su amor fue correspondido y andaría obnubilado detrás de Florencia y su cabello brillante. Se habría olvidado de nosotros, de su familia, de su propia vida. ¡Qué cosa con los enamorados que fabrican una burbuja en la que sólo entran dos! El resto del mundo pierde importancia, los problemas son banales y lo que rige su vida es la respiración del ser amado. Ningún poeta sufre lo suficiente hasta que se enamora.

-¿A que podemos jugar?- pregunto aburrida.

-No sé, entre dos ningún juego tiene gracia- dice Esteban ahogando un bostezo. Golpean la puerta.

Pablo aparece en el umbral de la habitación con cara de gripe.

­-¿Puedo pasar? –pregunta tímido. Esteban y yo lo abrazamos.

-¿Querés contar lo que pasó? -pregunta Esteban después de pasarle los pañuelos de papel.

- Y pasó lo que me dijeron que iba a pasar; le regale una caja de bombones, de esos que tienen relleno, y no dijo más que gracias. Después le llevé flores del jardín de la abuela y nada. Hasta que le pregunté si quería ser mi novia.

-¿Y? La muy desgraciada seguro se te rió en la cara –afirmé enfurecida.

-¡Mica! ¿Podés tener un poquito de consideración? Estamos frente a un hombre con el corazón en pedacitos –me retó Esteban.

-Porque quiso, bien que le avisamos, ¿o no? Hombres, hombres, una gasta saliva para evitar verlos como un trapo de piso ¿y qué se gana? Nada. Así que ya sabes vos Esteban, cuando te toque, yo me la lavo las manos. Si, señor, después vienen las lágrimas, ¿pero escuchan los consejos? No, para nada, ¿para qué? Así mejor socializo con paredes.

-Está bien, Mica, entiendo que estés enojada conmigo. Sé que me lo advertiste, y vos también Esteban, pero cuando te sucede algo así es como mudarte a un mundo distinto, chiquito, donde caben sólo dos personas. Te olvidas de las tareas, de la PlayStation, del fútbol, hasta de tu mamá y tu papá…

-Sobre todo de los amigos…

-Si, también de los amigos. Créanme que lo último que deseo es perder a mis amigos.

-Pues no parecía. Con esa Florencia tenías todo y hasta te sobraba- Me hago la ofendida, sé que es cruel, pero hay que poner límites: si a él no le gustaba estar triste y deprimido, a mí menos me gustaba verlo. Ya pensará dos veces antes de perder la cabeza por un par de ojos verdes.

-Estaba ciego, estaba como perdido, como si volara hasta que me cortaron las alas de raíz. ¿Qué puedo decir? Salvo que les pido disculpas, me imagino por lo que habrán pasado.

-Imaginate pasar más de un mes con ésta…-bromea Esteban. Le doy un leve golpe en la nuca. Nos reímos.

-Bueno, si Esteban te perdona, yo también…-digo al final.

-Yo te re perdono, sobre todo porque algún día voy a pasar por lo mismo y necesitaré un poco de empatía masculina.

-¿Entonces me perdonas Mica?-me pregunta tímido. Con los ojos rojos, la nariz irritada por los mocos es como ver un perrito abandonado en medio de la lluvia.

-¡Ya! ¡Obvio que te perdono! Al fin y al cabo fuiste una víctima de esa infeliz desalmada.

-¿Y que se siente?- pregunta Esteban entusiasmado ya que se acabó la trifulca.

-¿Que se siente qué?

-No te hagas el tonto Pablito, ¿que se siente el amor? ¿Sentiste mariposas en la panza, te sudaban las manos, te comiste las porquerías que hacía la madre solo para caerle bien? –Esteban aprovecha para destilar su veneno.

-Estás muy gracioso vos. La verdad es que se siente todo eso, es como flotar. Todo se ve bien, todo parece estar en armonía. Es algo para recomendar, ahora entiendo porque los adultos destinan su vida a buscar el amor.

-Y así les va…-agrego.

-Y si, a algunos les va como a mí; terminan endeudados con sus hermanos por unos chocolates y castigados por dejar a la abuela sin jazmines. El esfuerzo vale la pena, estoy seguro aunque no siempre se gana.

Pablo estaba realmente triste, al fin y al cabo había entregado su corazón a un sueño, un sueño de pelo rubio que en cuanto tuvo la oportunidad le hizo saber que su amor estaba destinado para uno de los del equipo de rugby. Cualquiera destina unas buenas lágrimas por eso. Aún así él era optimista, quizás hasta sería más cauto la próxima vez, eso nadie lo sabe. Los enamorados son como los rayos, impredecibles, intensos, deslumbrantes, contundentes.

Esa tarde nos propusimos hacer olvidar a Pablo su pena de amor, o al menos intentarlo. Toda herida necesita de su tiempo para cicatrizar, Pablo lo aprendió a los diez años, otros lo hacen más tarde o temprano, pero ninguno puede olvidarlo. El amor no se olvida, mucho menos el primero.

-¿Te parece un café con leche con torta para borrar las penas?- le preguntó Esteban.

-El café con leche te lo acepto pero no quiero más torta por un buen tiempo, ya tuve suficiente de dulce.